Simo Häyhä quedó en la historia como el francotirador más mortífero que existiera. Los soviéticos lo llamaron "Belaja Smert", y le tenían terror.
Su aspecto aduendesado con su metro cincuenta de altura, una sempiterna sonrisa, con una piel muy blanca y unos ojos claros vivaces, se contraponían al estereotipo del soldado efectivo, frio y calculador detrás de la mira de un rifle. Aquel era Simo Häyhä, un antiguo pastor de las heladas llanuras finlandesas, que se convirtiera en una pesadilla para los soviéticos y en una leyenda para sus compatriotas.
Simo Häyhä habría nacido un 17 de diciembre de 1905 en un pueblito al sur de Finlandia, Rautjärvi, a pocos kilómetros de la frontera con la Unión Soviética.
El segundo de ocho hijos de una pareja luterana de granjeros finlandeses. Estudió gramática en la escuela de Miettilä, mientras ayudaba con el cuidado de la granja familiar en la Karelia, junto a su hermano mayor. En sus ratos libres, disfrutaba de sus mayores aficiones: esquiar y cazar, por las llanuras nevadas de su país.
Su gusto por las armas se acrecentó al comprobar su calidad como tirador. Comenzó muy pequeño a participar en torneos locales de tiro al blanco, no dejando evento sin ganar, para orgullo de sus padres. En aquellos campeonatos fue capaz de acertar sobre un mismo objetivo, más de dieciséis veces por minuto, a una distancia de 150 metros.
Con 17 años recién cumplidos y una fama que le precedía, fue convocado al servicio militar obligatorio y allí descubrió que sus habilidades no pasaron desapercibidas para sus superiores. Primero se incorporó al Batallón Ciclista de Raviola, pero luego fue transferido a un cuerpo de elite del ejército:la Suojeluskunta, la Guardia Civil Finlandesa, que provenía de la vieja Guardia Blanca que había combatido en la guerra civil del país contra la denominada Guardia Roja.
Allí Simo recibió entrenamiento intensivo en tácticas y estrategias, siendo sobresaliente su desempeño gracias a su destreza para camuflarse en la nieve y en su increíble puntería, que le convirtieron en uno de los mejores tiradores de su unidad.
Ascendido a cabo luego de cumplimentar el curso de suboficiales y meses después, superó las pruebas para convertirse en francotirador. Sin embargo, dejó la milicia para encargarse de la granja familiar, por problemas de salud de su padre y hermano.
LA GUERRA DE INVIERNO
El 30 de noviembre de 1939 y sin previa declaración de guerra, más de 400.000 soldados soviéticos, miles de tanques, aviones de guerra y artillería pesada cumplieron el mandamiento del líder de la URSS, Iósif Stalin.
Ordenó a las tropas del Distrito Militar de Leningrado que marchen sobre la frontera, aplasten a las fuerzas finlandesas de una vez por todas, aseguren las fronteras noroccidentales de la Unión Soviética y la ciudad de Leningrado, la cuna de la revolución del proletariado.
"Por primera vez en la historia oyeron el sonido de bombas cayendo sobre su ciudad. Esta es la forma moderna de declarar la guerra", reportó la renombrada periodista Martha Gellhorn.
Si bien Finlandia solo podía oponer 300.000 hombres y 32 tanques a la inmensa hueste soviética de medio millón de soldados y 3.000 carros blindados, en el período de entreguerras sus militares se habían organizado a conciencia para una invasión, fortificando el istmo de Karelia en el sur con la fortificada línea Mannerheim. Además las tropas habían entrenado duro en la frontera, y contaban con abrigos, esquís y hasta cocinas de campo con las que soportar unas temperaturas que en invierno bajan hasta los -40º.
La primera ofensiva soviética se estrelló contra la línea Mannerheim. Los rusos lanzaron numerosos ataques frontales contra los nidos de ametralladoras que fueron rechazados de manera sangrienta, y aunque contaban con numerosos tanques, estos avanzaban en solitario siendo neutralizados por los fineses, que los inmovilizaban clavando palancas en la transmisión o los incendiaban con cócteles molotov.
En palabras del historiador británico Martin H. Folly, "la resistencia finlandesa fue feroz, y la actuación soviética, pese a su abrumadora mayoría numérica, fue pésima. Muchas de las unidades soviéticas desplegadas inicialmente eran de Asia Central y no estaban entrenadas ni equipadas para la guerra invernal"
LLAMADO A COMBATE
Cuando comenzó la contienda, Häyhä decidió reincorporarse al ejército finlandés para luchar contra los soviéticos.
Simo Häyhä se había convertido en uno de los principales activos del ejército finlandés. Vestido completamente de blanco y con nieve en su boca para que el aliento no lo delatara. Utilizaba un viejo fusil Mosin Nagant M28, de calibre 7,62 mm, con cerrojo manual (nª de serie S60974) y jamás utilizó mira telescópica, prefiriendo la mira básica que todo fusil trae de serie, para que la luz no se reflejara en la lente y revelara su posición.
Apodado "La muerte blanca" por los rusos, solía compactar la nieve a su alrededor, para que no se desprendiese y delatase el lugar exacto en el que se había escondido y también, para apoyar su fusil y no errar el disparo. Häyhä fue capaz de acertar a un blanco a más de 400 metros de distancia, siempre aprovechando sus habilidades como cazador, para lograr abatir a sus enemigos sin ser visto.
Siempre de blanco para mimetizarse con el terreno nevado, se desplazaba sobre esquíes rápido y silencioso. Le acompañaba un observador que le buscaba los blancos y los confirmaba. Pronto prefirió actuar solo. Llenaba los bolsillos con trozos de pan y azúcar, pues no sabía cuanto tiempo estaría tumbado inmóvil en la nieve.
Sus números fueron tan increíbles, que en principio sus oficiales no se los creyeron. Por ello, su Coronel Teittinen ordenó a un oficial que siguiese de cerca a Simo y contase él mismo las bajas que realizaba.
"Cuando Häyhä rondaba cerca de 250 bajas y después de haber mantenido un duelo particularmente épico con un francotirador enemigo, el oficial regresó a dar parte de ello. Posteriormente fue ascendido a sargento", cuentan.
Kollaa una posición ubicada cerca de la frontera de Finlandia y la Unión Soviética, donde los soviéticos pensaban poner punto y final a la contienda, se convirtió precisamente en el lugar donde Häyhä causó más bajas entre las filas enemigas. Las cifras varían según los historiadores.
En tres meses apostado en Kollaa, consiguió la increíble cifra de 542 victimas con su rifle. A estos hay que sumar otros doscientos abatidos mediante su Suomi M-31 SMG, el subfusil de apoyo, que portaba para distancias cortas o simplemente su pistola automática KP-31 (Konepistooli).
Aunque algunos relatan que fueron doscientos los soldados soviéticos que cayeron bajo las balas de Häyhä, y otros que fueron trescientos. Vesa Nenye, Peter Munter y Toni Wirtanen afirman que "en el frente de Kolla (Häyhä) usó su viejo fusil de la Guardia Civil finlandesa. Un fusil que siempre había llevado consigo durante la guerra. Aunque él no contaba las bajas que realizaba, sus camaradas sí. A principios de diciembre ya había acabado con 51 soldados enemigos en apenas tres días".
Aunque sus compañeros afirman que Häyhä mató a más de quinientos soldados soviéticos durante la "guerra de Invierno" en el año 1939. Silencioso y veloz, el objetivo rara vez escapaba a su mira. Su manera de actuar en el campo de batalla se convirtió en modelo para los francotiradores de todo el mundo. Lo que es totalmente sorprendente es que logró aniquilar a todos estos soviéticos en un total de 100 días.
CAZADOR CAZADO
La letalidad de Simo se hizo conocida en ambos bandos, volviéndose legendaria. Ningún soldado soviético pudo acabar jamás con la vida de "la muerte blanca", ni siquiera la artillería que bombardeaba sin cesar las posiciones en la que creía haber visto al escurridizo francotirador finlandés, incluso destinaron unidades especiales de francotiradores con el único fin de eliminar al fantasma blanco que aterrorizaba a sus tropas, pero parecía inmune a las balas.
Pero incluso quienes parecen invencibles su buena suerte los abandona algún día, y para Simo Häyhä ese día fue el 6 de de marzo de 1940, cuando recibió el impacto de una bala explosiva de un francotirador ruso, que le destrozó el lado izquierdo de la cara y la mandíbula, parecía que "le habían volado medio rostro". El cartucho entró por la parte superior de su labio y le perforó la mejilla, explican en "Finland at War:The Winter War 1939-40".
Fue trasladado a un puesto de primeros auxilios donde lo dieron por muerto, dejándolo sobre un montículo de cadáveres sobre la nieve. Un día después, se lo encontró intentando salir de entre los cadáveres. Algunos soldados lo ayudaron a salir, pero su estado era lamentable, había perdido mucha sangre y cayo en coma siendo trasladado a un hospital de la zona.
Häyhä permaneció en coma durante una semana y tuvo que soportar numerosas operaciones, para lograr recomponer su rostro, que quedó totalmente desfigurado. Permaneció internado hasta poco después que Finlandia firmara la paz con la URSS, a cambio de cederle una parte de su país.
Cómo héroe de su país recibió las Medallas de la Libertad de primera y segunda clase y las Cruces de la Libertad de tercera y cuarta clase y nombrado Caballero de la Cruz de Mannerheim, por su actuación en el conflicto.
Häyhä no pudo regresar a su granja debido a que se encontraba en territorio conquistado por la URSS. Se trasladó entonces primero a la granja de un familiar. Luego las autoridades le ofrecieron una nueva granja en Valkjärvi, un pequeño municipio ubicado en el sureste de Finlandia, cerca de la frontera con la Unión Soviética, donde logró vivir en paz cazando alces y criando perros para trineos, alejado de la guerra.
Si bien fue considerado un héroe en su patria, también recibió amenazas y sufrió atentados por grupos pro rusos que no le perdonaban su actuación despiadada con los soldados soviéticos.
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Simo Häyhä nunca alardeó de sus condecoraciones. A la pregunta de cómo se había convertido en un francotirador tan bueno, él respondía con humildad: "Práctica y más práctica". Poco antes de cumplir los 96 años de edad, durante una entrevista en la televisión, le preguntaron si no se sentía culpable por las personas que había matado. Simo respondió:
"Hice lo que me dijeron que hiciera, lo mejor que pude. No habría Finlandia a menos que todos los demás hubieran hecho lo mismo".
Häyhä pasó los últimos años de su vida en soledad en un hogar de veteranos de guerra, donde murió el 1 de abril de 2002 a la nada despreciable edad de 96 años.