LO ÚLTIMO

La muerte blanca


El finlandés Simo Häyhä es conocido por ser uno de los francotiradores de élite más letales de la Historia. Este granjero finlandés se convirtió en uno de los soldados más efectivos de la Guerra del Invierno (1939-1940); hasta hoy, nadie logro superar su récord de bajas.

Al parecer, Simo Häyhä nació el 17 de diciembre de 1905 en un pueblo al sur de Finlandia llamado Rautjärvi, muy cerca de la frontera con la Unión Soviética, aunque la fecha no ha podido confirmarse plenamente. Así lo afirman los historiadores Vesa Nenye, Peter Munter y Toni Wirtanen en su obra "Finland at War: The Winter War 1939-40".

Simo fue el séptimo de los ocho hijos en una familia luterana de granjeros finlandeses. El joven compaginó sus estudios de gramática en la escuela de Miettilä con el cuidado de la granja familiar junto a su hermano mayor. En sus pocos ratos libres, el muchacho disfrutaba esquiando, cazando y jugando al pesapallo, una versión finlandesa del béisbol, considerado como deporte nacional en Finlandia.

Häyhä no tardo mucho en demostrar una gran destreza como tirador, y casi siempre resultaba vencedor en las competiciones de tiro que se celebraban en la región. A pesar de que acabó llenando la casa de trofeos, la timidez de Simo no le permitía posar para las fotos de grupo. El joven prefería ocultarse detrás de sus compañeros.


Se destacaba en tiro, caza y también en esquí, ganando cientos de competiciones de tiro. Además le encantaba la caza y se pasaba horas en los fríos bosques nevados cercanos a su hogar, acechando a sus presas. Por aquel tiempo ya se podía prever que tenía futuro como francotirador de élite.


Entre 1925 y 1927 con 18 años y 1,52 metros de altura, realizó el servicio militar obligatorio de su país en el Batallón Ciclista de Raviola. Luego Häyhä ingresó en la Guardia Civil Finlandesa (Suojeluskunta), cuerpo militar que provenía de la vieja Guardia Blanca veteranos en la guerra civil del país contra la denominada Guardia Roja. En este destacamento, pasó horas perfeccionando sus habilidades, que le convirtieron en uno de los mejores tiradores de su unidad y, al poco tiempo fue ascendido a cabo luego de cumplimentar el curso de suboficiales. 

Tapio Saarelainen, autor de cinco libros sobre Simo Häyhä, incluida su biografía, y oficial del propio Häyhä durante su adiestramiento, dice que el pequeño francotirador era capaz de acertar con una precisión de un metro a una distancia de 150 metros. De hecho, señala que durante su formación Häyhä acertó a un objetivo dieciséis veces desde 150 metros de distancia en solo un minuto. "Este fue un logro increíble con un rifle de cerrojo, considerando que cada cartucho tenía que alimentarse manualmente con un cargador fijo que mantenía juntos cinco cartuchos", afirma Saarelainen.

Unos meses después superó las pruebas y fue destinado al cuerpo de francotiradores. Sin embargo, luego de un tiempo, se retiró a la granja familiar para intentar construir una vida tranquila. Esto duró hasta que comenzó la Guerra de Invierno.

Tiempos violentos

Poco después de iniciarse la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando los soviéticos ya se habían anexionado Lituania, Letonia y Estonia, no le llevó mucho tiempo a Stalin decidir anexar a Finlandia, una región que le garantizaría salida directa al mar Báltico y le daría mayor cobertura a Leningrado. Sin previa declaración de guerra, el Ejército Rojo atacó el 30 de noviembre de 1939. Desde ese momento hasta marzo del siguiente año transcurrió lo que se conoció como "La Guerra de Invierno".  




El Séptimo Ejército ruso avanzó hacia la frontera para penetrar en el territorio enemigo. A su vez, tampoco tardó en movilizar a sus numerosos carros de combate, como bien explica Chris Bellamy (profesor de Ciencia y Doctrina Militar) en su obra "Guerra absoluta". Este movimiento era concebido como un paseo militar para el gigantesco ejército de Stalin. Sin embargo, encontró en aquellas gélidas tierras un escollo que sus -en muchos casos- inexpertas tropas no pudieron sortear:la fuerte determinación de las tropas locales.

La resistencia finlandesa fue feroz y la actuación soviética, pese a su abrumadora mayoría numérica, fue pésima. Muchas de las unidades soviéticas desplegadas inicialmente eran de Asia Central y no estaban entrenadas ni equipadas para la guerra invernal.

Los rusos subestimaron al pueblo Finés que al contrario de lo que esperaban, se posicionaron en una sólida línea defensiva, desde donde rechazaban sistemáticamente a las fuerzas rusas.

Los tenebrosos paisajes nevados fueron un enemigo más en el campo de batalla, para los rojos. Las temperaturas fluctuaban entre los 20° y hasta los 40° bajo cero. Fue un infierno helado. Pero las técnicas de guerra de guerrilla del Ejército finlandés fueron efectivas, ya que no podían combatir de igual a igual contra tal enemigo.



"Muerte blanca"

Simo Häyhä, como antiguo componente de la Guardia Blanca, fue convocado a filas de inmediato, para defender a su país.

El Ejército Rojo de Iósif Stalin superaba en número a los finlandeses de una manera abrumadora, pero los soviéticos no estaban preparados para hacer frente al enemigo en su territorio. La táctica militar empleada resultó patética y decenas de miles de soldados de la URSS cayeron muertos ante los indetectables y aguerridos finlandeses.

La coordinación soviética fue nefasta en un ejército que no estaba preparado para combatir sobre la nieve y con temperaturas bajo cero. Ni siquiera llevaban el camuflaje blanco adecuado para aquel entorno. Para un experto como Simo, aquello era "pan comido".

El mariscal soviético Voronov señaló que "las tropas estaban mal preparadas para operaciones en bosques y para enfrentarse a temperaturas bajo cero. En el clima gélido de Finlandia, los mecanismos de las armas semiautomáticas fallaron".




"Cazando rusos"

Para entonces aquel joven hombre Simo Häyhä, se había convertido en uno de los principales activos del ejército finlandés. Delgado y de estatura media. Vestía con un grueso abrigo con capucha color blanco y guantes del mismo color. Botas especiales para la nieve y una correa alrededor de su pecho que sostiene un bolso de provisiones. También cubre su boca y nariz con un trozo de tela.

Simo Häyhä puso en práctica una serie de técnicas y estrategias, para acabar con la mayor cantidad de soldados enemigos que se pudiera. Se movía como un fantasma, todo de blanco, esquiando tal y como llevaba toda su vida haciéndolo. Era tan importante la puntería en un francotirador, como la paciencia y el no ser detectado.


Buscaba un buen lugar donde tumbarse en el bosque. Podía pasar un día entero sin moverse de su guarida hecha de escarcha de hielo compactada para que la vibración de los disparos no disipara el fino polvo blanco de la nieve, lo que dejaría en evidencia su escondite. Con la misma intención, se metía hielo en la boca para que el vapor de su respiración no generase "humo". Nada que no llevara años haciendo en sus jornadas de cacería. 

Había elegido el fusil con el que estaba familiarizado con su desempeño en la Guardia Blanca: el M28 Pystykorva, un fusil de cerrojo, con cargador de cinco cartuchos, calibre 7.62 mm. La variante finlandesa del fusil de cerrojo ruso Mosin-Nagant M28, una de las armas largas más populares de la historia.


Nunca lo equipó con mira telescópica, pues según su experiencia, se empañaban con el frío o incluso se rompían además, para evitar que el reflejo del sol en la lente delate su posición. Así que únicamente con la mira abierta de hierro, acertó incluso a blancos situados a una distancia de hasta 300 metros.

Sus tácticas de francotirador no diferían de las del resto de sus compañeros: cerrar un ojo para hacer puntería, dejar el dedo índice fuera del arco guardamonte (donde está el gatillo) hasta el momento de apuntar al blanco, y detener la respiración en el instante previo en el que se va a disparar.

Con 33 años y durante 98 días, el granjero nacido en Rautjärvi se convirtió en el terror de los soldados soviéticos que avanzaban entre el bosque y las montañas dejando a cada paso manchones rojos en los caminos nevados, heridos de muerte una y otra vez sin siquiera saber de dónde provenían los disparos. Sus compañeros contaban que su máximo récord fue haber matado a 25 soldados enemigos en un solo día.


Recibió el apodo de "la Muerte Blanca" y aunque el número de bajas pudo ser inflado por la propaganda bélica de Finlandia -Todo pueblo en guerra necesita héroes y la prensa del país se encargó de narrar las hazañas del granjero que estaba acabando con los invasores soviéticos- la cifra de bajas logradas por el francotirador Simo Häyhä tuvo una media de cinco enemigos abatidos al día durante los tres meses y seis días que duró su intervención en la guerra de Invierno entre Finlandia y la URSS.

Aniquilar más de quinientos hombres en menos de cien días puede ser una tarea difícil para un soldado promedio. Pero no para este cazador empedernido que se aprovechó de su exquisita puntería y su sigilo profesional para derribar tantos hombres del bando soviético como pudo. Él no contaba sus bajas pero sus compañeros sí. Y los números, incluso, pueden ser mayores de los que se conocen.

Ningún soldado soviético pudo acabar jamás con la vida de "la muerte blanca", ni siquiera la artillería que bombardeaba sin cesar las posiciones en la que creía haber visto al escurridizo francotirador finlandés. Los militares soviéticos aseguraban atónitos que "parecía inmune a la balas". Pero incluso a quienes parecen invencibles su buena suerte les abandona algún día, y para Simo Häyhä ese día fue el 6 de de marzo de 1940.

Nace la leyenda

Simo se desplazaba ágilmente, sobre una pradera blanca. Una suave bruma le cubria. Estaba a días del fin de la guerra.

Algo le perturbó y miró hacia el bosque. Algunas aves alzaron el vuelo en forma desordenada, cuando recibió el impacto de una bala explosiva en el lado izquierdo de su rostro. La bala le destruyó el maxilar inferior y la arcada dental, borrándole la sonrisa para siempre.

Todo transcurrió como en cámara lenta, cayó pesadamente sobre la nieve mal herido, dejando un charco rojo humeante. Quedó boca arriba desmayado; parecía que le habían volado medio rostro. Dos compañeros francotiradores que habían visto lo sucedido, corrieron en su ayuda.

Fue evacuado hasta un hospital cercano, Häyhä permaneció en coma durante una semana. Sus heridas tardaron 14 meses en sanar. Le hicieron 26 cirugías para tratar de recomponer su rostro de las implacables cicatrices que le dejó la guerra.

Finalmente, las hostilidades entre la Unión Soviética y Finlandia cesaron ese mismo mes, cuando ambos países firmaron un tratado de paz por el cual los finlandeses, cedían el Oeste de la región de Karelia y parte de la península de Hankouna a los soviéticos. Más de 26 mil soldados finlandeses murieron defendiendo sus posiciones, pero a los soviéticos, aunque ganaron, no les fue mejor:tuvieron 126.900 bajas, según contabilizó el diario británico Daily Mail.

Cuando salió del hospital ya era una leyenda. Recibió las Medallas de la Libertad de primera y segunda clase y las Cruces de la Libertad de tercera y cuarta clase y también nombrado Caballero de la Cruz de Mannerheim -el más alto honor militar de su país-, por su actuación en el conflicto. 

Nunca pudo regresar a su granja ya que el territorio donde se asentaba su hogar correspondía ahora a la Unión Soviética; aunque las autoridades le donaron una casa y unos terrenos en Valkjärvi, un pequeño municipio ubicado en el sureste de Finlandia, cerca de la frontera con la Unión Soviética.

Cada vez que era entrevistado le preguntaban cómo se sentía tras haber acabado con más de 700 soviéticos (entre 505 y 542 de ellos, acreditados y con su fusil), él repetía que su secreto no era otro que la “práctica”. Y que no se arrepentía de haber matado o herido a tantas personas, porque había hecho lo que le pidieron que hiciera: "hice lo que me ordenaron de la mejor forma que pude".

Más allá de los problemas éticos, lo cierto es que dichas muertes permitieron a este finlandés -apodado la "Muerte blanca" por sus enemigos- convertirse en uno de los tiradores de élite más letales de la historia. Y todo ello, en los apenas 100 días en los que el diminuto ejército de su país tuvo en jaque a la gigantesca maquinaria militar de Stalin .

Luego de la guerra, Simo se dedicó a la caza mayor y a la crianza de perros. No se le conocieron parejas, amores ni descendencia, más que sus adorados perros. Murió de viejo, el 1 de abril de 2002. Tenía 97 años.