LO ÚLTIMO

La momia de Tollund

 


Cuando se descubrió al Hombre de Tollund en un pantáno de Dinamarca hace 71 años (1950), estaba tan bien conservado que quienes lo hallaron pensaron que era víctima de un asesinato reciente. Pero se trata de un cadaver muy bien conservado que data de la Edad de Hierro. Investigaciones recientes brindan nueva información sobre su alimentación.

Historia

Durante siglos, fue extraída turba o carbón fósil de los pantanos daneses para combustible de los hogares. Muy valioso para luchar contra el intenso frío del invierno de la zona o bien para cocinar.

Mientras se llevaban a cabo estas tareas no fueron poco los cadáveres encontrados muy bien conservados, con un tono marrón oscuro, para sorpresa y desconcierto de los trabajadores. Algunos llegaron a creer que eran un mal presagio, un mensaje del Diablo; o lo más común les recordaba alguna historia de asesinato sin resolver, o de personas que desaparecieron sin dejar huella. Nadie imaginó que, en este caso, el Hombre de Tollund llevaba siglos momificado bajo ese inóspito terreno.

Así como este caso, muchos cuerpos aparecieron en distintos pantanos y pertenecen, la mayoría, a víctimas de asesinato. Sus cadáveres, preservados en las turberas del norte de Europa y Gran Bretaña, pueden retener expresiones faciales detalladas y revelan los métodos empleados por quienes los asesinaron.


El encuentro

En la década de 1950, Amil y Viggoo, dos hermanos daneses, hallaron una de las llamadas "momias de pantanos", tan inciertas como comunes en el norte de Europa. 

Los pequeños se encontraban junto a su familia buscando carbón fósil por una zona pantanosa de la pequeña localidad de Silkeborg, en la península de Jutlandia, cuando excavando llegaron a algo duro y avisaron a sus padres. 

Concretamente fue su madre quien desenterró la cabeza de lo que rápidamente entendieron como un cuerpo humano. Por aquellos años había desaparecido un joven al que la familia de campesinos creyó que podría pertenecer el cadáver.

Enteradas las autoridades, rápidamente se dieron cuenta de aquel individuo de unos 1,60 metros de alto, con barba corta y una extraña gorra de cuero no era quien estaban buscando. 

El estudio forense acabó en manos del arqueólogo, director general de museos y antigüedades y del Museo Nacional de Copenhague, Peter Vilheim Glob, quien examinó la momia y descubrió que aquella no era en absoluto reciente. En realidad, lo que aquella familia natural del pueblo de Tollund había encontrado era una gran oportunidad para el estudio de la Edad de Hierro.

El último suspiro

La cuidadosa disposición del cuerpo y el rostro —sus ojos cerrados y su débil sonrisa— sugerían que podría haber sido asesinado para un sacrificio humano y no ejecutado como un criminal.

Las marcas en la piel del cuello y el tejido hallado en torno a él arrojaron luz sobre cómo murió el hombre de Tollund. Niels Lynnerup, profesor de la Universidad de Copenhague y uno de los mayores expertos sobre las momias de los pantanos, reconstruye el que pudo ser el momento final: "Tras ahorcarlo en un árbol, cortaron la soga y llevaron el cadáver a la ciénaga. Allí le cerraron la boca y los ojos y lo depositaron con sumo cuidado en una tumba que cavaron ex profeso. Poco después, el agua comenzaría a cubrirle". 

Se trata, tal como explica este especialista: "En ese período [en torno a la Edad de Hierro], tanto en Dinamarca como en el norte de Europa se solía sacrificar a la gente ahorcándola o estrangulándola". En el caso del hombre de Tollund, "seguramente todo el pueblo asistió a su sacrificio, y quizás incluso personas de pueblos cercanos".

El Hombre de Tollund aún mantiene el cordel hecho de tripa, en su cuello. Su muerte ocurrió, probablemente, como parte de una ofrenda ritual a algún dios de los pantanos de la Península de Jutlandia, en Dinamarca hace 2.400 años; cuando contaba entre 30 y 40 años. 



Se comprueba su pertenencia a la clase alta. Sus manos y uñas estaban muy cuidadas, así como los restos de su ropa con la que estaba cubierto son de altísima calidad para la época; típicas de personas de una posición acomodada. 

Sin embargo, lo más curioso es la forma en que murió, a pesar de la violencia de su muerte, no se aprecia en su rostro un sólo signo de que lo padeciera, más bien parecía dormido o relajado.

Se descartó el suicidio por ahorcamiento por las marcas en su cuello, más horizontales que oblicuas. Parece ser que le fue aplicada una especie de garrote hasta la muerte.

Sus restos fueron echados al fondo del pantano, donde permaneció oculto durante al menos, 2 mil 400 años. Las condiciones del entorno  permitieron conservar su cerebro, cabello, uñas, intestinos y cerebro. A la fecha, todavía lo cobija la túnica con la que su cadáver fue dispuesto —y alrededor del cuello, aún conserva la cuerda que le quitó la vida.

Su asombroso estado lo ha convertido en una de las más célebres momias de pantano, típicas del noroeste de Europa en la Edad de Hierro que conservan su piel y órganos internos debido a las inusuales condiciones de las turberas ácidas.

Sólo cuestión de física y química

Luego de investigaciones se demostró que no hay un extraño poder en las aguas del pantano. Su composición química con pH similares al vinagre, conserva a los cuerpos de la misma manera que se conservan frutas o vegetales además, las turberas se forman en zonas carentes de drenaje, por lo que se caracterizan por condiciones casi completamente anaeróbicas. Este ambiente, muy ácido y carente de oxígeno, impide a los organismos aeróbicos de la subsuperficie la oportunidad de iniciar la descomposición. 

Los investigadores han descubierto que para la conservación de los cuerpos, es necesario que se depositen durante el invierno o a principios de la primavera cuando la temperatura del agua es fría. Esto permite a los ácidos del pantano saturar los tejidos antes de que comience la descomposición. Las bacterias son incapaces de crecer lo suficientemente rápido para iniciar la descomposición cuando las temperaturas están por debajo de los 4 °C. En el pantano se presentan una concentración considerable de ácidos orgánicos y aldehídos. Las capas de esfagno y turba participan en la conservación de los cadáveres envolviéndolos en una matriz fría inmovilizante, impidiendo la circulación del agua y cualquier oxigenación. Una característica de la preservación de pantanos ácidos es la habilidad de conservar el pelo, ropa y objetos de cuerpo.

Por esto, la buena conservación del Hombre de Tollund ofrece la oportunidad única de conocer la vida cotidiana en la época, como sus rasgos físicos, su vestimenta, su salud, su dieta y hasta su última comida.

Centímetros de más y menos

En el museo, los expertos examinaron cada centímetro de la momia. Medía 1,61cm, aunque es muy probable que encogiera mientras estuvo inmersa en la ciénaga. Conservaba en perfectas condiciones la cabeza, los pies y el pulgar de la mano derecha. Pero el resto del cuerpo estaba completamente deshidratado.

Tenía el pelo muy corto y una fina capa de barba de pocos días. Unas marcas profundas visibles en las plantas de los pies hicieron suponer que en ocasiones caminaba descalzo y que había sufrido heridas. No obstante, la forma de los dedos, algo deformados, indicaba que también
se había calzado para desplazarse. En el Hospital Bispebjerg de la capital danesa le sometieron a rayos X. El estudio de los huesos, así como de la dentadura, reveló que el hombre de Tollund murió
entre los 30 y los 40 años. Allí también le practicaron la autopsia. Le extirparon el estómago y los intestinos, y, tras analizar su contenido, averiguaron qué alimentos ingirió entre las doce y las veinticuatro horas antes de morir: granos y algunas plantas. Ni rastro de fruta, carne o pescado, pese a que en la Edad de Hierro formaban parte de la dieta nórdica.

Curiosamente, eso dio una pista a los científicos sobre la época del año en que el hombre de Tollund perdió la vida: muy posiblemente entre finales del invierno e inicios de la primavera.

Seguramente, los coetános de Tollund consumían carne con la llegada del buen tiempo, cuando sacrificaban los animales que habían criado en invierno. Los investigadores fueron más allá de la teoría, e intentaron reproducir el último menú del muerto: una especie de gachas elaboradas con más de treinta semillas distintas. Un plato, al parecer, típico de la época, pero con un sabor terrible para el paladar contemporáneo. Al menos, para el de los osados investigadores.



Análisis con lupa 

Unos dos mil trescientos años después, la momia de Tollund corría un serio peligro. Había estado sumergida en un ambiente anaeróbico durante milenios. Pero en el momento en que se la extrajo de
la ciénaga se la expuso a un mundo plagado de bacterias. Eso hizo que las partes del cuerpo peor conservadas, como las piernas y los brazos, prácticamente esqueléticos, se deterioran con rapidez.

Los expertos optaron por preservar únicamente las zonas en mejor estado: los pies y el pulgar de la mano derecha, que embalsamaron en formalina, y la cabeza, que bañaron en una solución hecha a partir de parafinas. Gracias a ello, lograron evitar que se pudrieran, pero no que la cabeza encogiera cerca de un 12%.

Desde finales de la década de 1970 hasta la actualidad, no se ha dejado de someter a lo que queda de este famoso danés prehistórico a nuevas pruebas. En 1977, el método del carbono 14 reveló que murió entre 400 y 300 a. C., al término de la Edad de Bronce (la anterior a la de Hierro) en Dinamarca. Un año después, expertos en huellas dactilares de la policía revisaron el único dedo de las manos
que se conservaba hidratado y los pies.

Ya en 2002 le practicaron un TAC, o escáner de tomografía computerizada, con el que diseccionaron virtualmente la momia en más de dieciséis mil imágenes. También le realizaron una endoscopia para estudiar los órganos internos (el cerebro, la lengua y la laringe), excepcionalmente bien conservados. Esta prueba demostró que el hombre de Tollund no fue estrangulado. Un estrangulamiento, probablemente, habría dañado el hueso de la lengua, pero éste no presentaba ningún tipo de deformación.

En un futuro próximo, los expertos esperan recuperar moléculas del tejido celular de la momia. Pero aún no cuentan con la tecnología que les permita hacerlo. Pese a que la acidez de la turba puede haber alterado el material genético, una muestra de ADN de la médula o de alguna pieza dental aportaría información valiosa para, por ejemplo, trazar los flujos migratorios de la época. 

Contenido intestinal bajo microscopio.
Aspecto del contenido intestinal del hombre de Tollund bajo un microscopio.



Nuevos estudios

Confirmada su antigüedad, los restos se guardaron en el museo de Silkeborg. Setenta años después, los nuevos avances arqueológicos han permitido encontrar detalles reveladores sobre el joven. Los investigadores han podido determinar cuál fue su última comida, que tomó entre 12 y 24 horas antes de su muerte.

Un nuevo estudio llevado a cabo por especialistas del Museo de Silkeborg en Dinamarca y publicado en la revista "Antiquity" se ha centrado en investigar la última comida que había ingerido este hombre. No es la primera vez que se analiza el contenido del estómago de la momia, pero esta vez se han utilizado nuevas técnicas que han permitido obtener información más detallada de la ingesta y de cómo había sido preparada.

En muchas ocasiones se ha comprobado que la comida está relacionada con rituales, por lo que las últimas comidas de los individuos encontrados en pantanos fueron objeto de discusión por su posible relación con los sacrificios. 

Los investigadores sugieren que más importante que los ingredientes, sería la forma de comer estos ingredientes, no obstante, esto resulta difícil de rastrear arqueológicamente. Por este motivo, mediante este estudio analizaron nuevamente los restos contenidos en el estómago y los intestinos del Hombre de Tollund y gracias a las nuevas técnicas utilizadas se pudo determinar no sólo el contenido sino el porcentaje de cada uno de los elementos. También fueron capaces de determinar la forma en la que se cocinaron estos alimentos y han obtenido información sobre la salud de los individuos gracias al análisis de huevos de parásitos intestinales.

Los intestinos y el estómago del Hombre de Tollund se extrajeron en 1950 y también, se extrajo su contenido. En el estómago se encontraron 0,50 ml de material, en el intestino delgado 10 ml y en el intestino grueso 260 ml, todo ello perteneciente a una comida ingerida unas 12-24 horas antes de su muerte. 

Los restos encontrados en el intestino grueso son los más abundantes y se encuentran mejor preservados que si se hubiesen hallado en forma de coprolito, aunque están más degradados que los encontrados en el intestino delgado. Para el estudio de estos elementos, los investigadores decidieron analizar los macrofósiles de las plantas, polen, palinomorfos, proteínas y marcadores de lípidos y esteroides.

El estudio determina que la última comida del Hombre de Tollund consistió en una papilla con 85% cebada, 9% persicaria pálida y 5% lino. Se encontraron otras especies de semillas, pero representaban menos de 1% del peso. Asimismo, identificaron residuos de trilla y grasa animal, posiblemente de pescado. 

Otro de los hallazgos tiene que ver con la forma de cocinar el alimento, ya que han encontrado costra alimentaria carbonizada, lo que indica que la comida era una papilla que había sido cocinada en un recipiente de arcilla, aunque no pueden asegurar que el pescado se cocinase al mismo tiempo o por separado.

A partir de una investigación detallada del contenido de su tracto digestivo: una papilla de cebada, linaza y una hierba llamada "persicaria pálida", pero ningún elemento de los que se conoce como "mágicos" o tóxicos se ha podido encontrar, aunque se cree que las malas hierbas como la persicaria pálida o los restos de trilla eran parte de la comida de estos individuos. Así, se sugiere que eran un elemento que se usaba en este tipo de situaciones especiales entre las que se podría incluir el sacrificio humano.

Las semillas de la persicaria pálida son la pista de este misterioso asesinato de la Edad de Hierro, dijo la arqueóloga Nina Nielsen, jefa de investigación del Museo Silkeborg de Dinamarca y autora principal del estudio publicado el martes.

La planta crece de forma silvestre entre los cultivos de cebada, pero las pruebas del almacenamiento de grano de la Edad de Hierro muestran que normalmente se limpiaba como maleza durante la trilla. Esto sugiere que formaba parte de los "residuos de la trilla" que se añadían a la papilla de forma deliberada, quizá como parte de una comida ritual para los condenados a morir mediante sacrificios humanos.

En cuanto a la salud del individuo y los parásitos intestinales, el estudio consiguió identificar tres especies diferentes de parásitos. La lombriz látigo y la lombriz de boca son comunes también en otros individuos encontrados. Sin embargo, la tenia encontrada en el Hombre de Tollund es la primera vez que se encuentra. La causa de esta puede ser el consumo de carne cruda o poco cocinada infectada. 

Mientras, la momia de Tollund, con sus partes originales unidas a un cuerpo recreado, aguarda plácidamente en el Museo de Silkeborg