A inicios del siglo XX los roles de hombres y mujeres en la guerra parecían perfectamente definidos. Los hombres acudían a la primera línea, como bravos soldados, mientras ellas se quedaban en casa, como abnegadas madres, esposas e hijas. Sin embargo, las guerras mundiales supondrían un imparable cambio de paradigma. Maureen Dunlop fue una de sus protagonistas.
Los Dunlop se radicaron en el sur argentino. Allí Maureen creció al aire libre, rodeada de animales y montando a caballo. Ponía a prueba su adrenalina cada mañana, jugándole a todo galope, una carrera a los trenes a la par de las vías.
En 1936, cuando contaba con 16 años de edad, fue de vacaciones a Inglaterra y se enamoró de la aviación tomando unas breves lecciones de vuelo. Ya a su regreso en Argentina, se las ingenió para obtener un certificado de nacimiento, con el que pudo acceder a la instrucción oficial de vuelo, en el Aeroclub Argentino.
Allí quedó fascinada al tomar contacto con el AVRO 504 Gosport FMA, con motor radial fijo Armstrong Siddeley Genet Major de 7 cilindros y 140 hp como su primer entrenador, en la versión biplaza. Fue tal la pasión y el entrenamiento que en muy pocos meses fue certificada como aviadora, en un tiempo donde a la mujer no le era fácil acceder a ocupaciones de hombres.
A inicios del siglo XX los roles de hombres y mujeres en la guerra parecían perfectamente definidos. Los hombres acudían a la primera línea, como bravos soldados, mientras ellas se quedaban en casa, como abnegadas madres, esposas e hijas. Sin embargo, las guerras mundiales impondrían un imparable cambio de paradigma.
Ya con 19 años, en Europa estalló la Segunda Guerra Mundial y Maureen y su hermana, contra viento y marea decidieron apoyar al pueblo de su madre el Reino Unido. Además su padre había luchado como voluntario en la Royal Field Artillery, en la Primera Gran Guerra, así que no pudo evitar que sus dos únicas hijas quisieran ser voluntarias en la Segunda.
Pero no era tan fácil. Si quería que se la tome en serio debía contar con al menos 500 horas de vuelo, el doble que los hombres. Por lo cual, ella y su hermana Joan, comenzaron a volar aumentando incansablemente sus horas hasta superar las requeridas y a principios de 1942, viajaron rumbo a Inglaterra a través del Océano Atlántico en un barco argentino, país que permaneció neutral la mayor parte de la guerra.
Al arribar se separaron casi inmediatamente. Mientras su hermana se unía a la BBC, en abril de 1942 Maureen era reclutada por la Air Transport Auxiliary (ATA), siendo una de las 164 mujeres pilotos en hacerlo, de las cuales una de cada diez pilotos murió cumpliendo con su deber de transportar aviones entre fábricas y campos de aviación militares.
Con la mayoría de los pilotos de la RAF dedicados a la defensa y el combate aéreo, la ATA fue conformada mayoritariamente por mujeres voluntarias provenientes de la aviación civil (las "Atagirls") y por pilotos hombres que en razón de su edad o de distintas limitaciones no podían volar en misiones militares pero sí para cumplir con el cometido el grupo.
El ATA hizo un trabajo diario agotador, haciendo frente a los cielos, bajo la amenaza constante de un clima inclemente a lo largo y ancho de Gran Bretaña, en un momento en que la naturaleza de volar estaba cambiando en la conciencia popular de haber sido una novedad de antes de la guerra. y el tema de los intentos de récord y los viajes de alegría, a ser una parte vital del esfuerzo de guerra.
Aún así, las mujeres piloto de la ATA debieron soportar la oposición de quienes concebían que el de la aviación era un campo estrictamente masculino. Una muestra de ello fue que el mariscal jefe del aire Sir Trafford Leigh-Mallory no permitía que las pilotos cruzaran el Canal de la Mancha. Otros fueron más allá y las designaban con términos abiertamente ofensivos.
Maureen Dunlop cuestionó que sólo hombres debieran combatir en el aire, afirmando: "es injusto enviarlos a morir sólo a ellos". Su reflexión marca que no son las aptitudes sino las circunstancias lo que prima ante determinados acontecimientos y que las funciones más vitales sólo requieren de las mejores capacidades.
Maureen Dunlop era capaz de volar 38 tipos de aeronaves de guerra |
Las voluntarias eran de Gran Bretaña, Canadá, Australia, Nueva Zelandia, Sudáfrica, Estados Unidos de Norteamérica, Holanda, Argentina y Chile y muchas de ellas fueron condecoradas y reconocidas ampliamente en su heroísmo por parte del Ministro de Armamento Lord Beaverbrook, quien declaró que el esfuerzo y soporte del grupo era equiparable a la pelea en el frente y que sin su concurso la batalla de Inglaterra habría sido librada en condiciones muy diferentes. Un total de 174 pilotos –mujeres y hombres- perdieron la vida en cumplimiento de esas misiones (las bajas eran de un 10%).
Maureen Dunlop se encontraba capacitada para pilotar 28 tipos distintos de aviones monomotores y 10 multimotores (son actividades diferentes entre sí), tales como Spitfires, Hawker Typhoon, Hawker Tempest, Avro Anson, Mustang, Bristol Blenheim y Vickers Wellington o Mosquito de Havilland. Allí en la ATA, alcanzó el grado de primer oficial.
Para ese momento Maureen se había nacionalizado británica siendo una piloto activa más de la Royal Air Force (la Fuerza Aérea del Reino Unido). En ese sentido, transportó todo tipo de aviones, incluidos cazas, desde las áreas de fabricación o reparación hasta la primera línea de combate y aeródromos, además de especializarse en el manejo y la reparación de globos cautivos. Además, participó en misiones de salvamento y ambulancia aérea.
La conocían como "la Piloto de las Pampas" fue instructora de vuelo de la Royal Air Force. |
A ella y a sus colegas se las conocidas como "Spitfire Girls" y tenían que ser capaces de pilotear una gran diversidad de aviones, realizando un sin número de viajes durante su servicio. Volaban en pésimas condiciones, sin contacto con radio, sin instrumentos necesarios y con poca visibilidad. Evitando en vuelo tanto a los globos aerostáticos propios como a los aviones enemigos, siendo que en la mayoría de las veces volaban desarmadas. Fueron muchas las mujeres derribadas alcanzadas por las balas enemigas.
El ATA, con sede en White Waltham en Berkshire, al final de la guerra había entregado 308567 aviones, según los registros de Whittell, incluidos 57286 Spitfires, 29401 Hurricanes y 9805 Lancasters. Una de sus primeras víctimas fue Amy Johnson, quien murió en enero de 1941 después de ingresar a un Cumulonimbus, llamado en aeronáutica "Charly Bravo", una de las nubes mas peligrosas para la aviación sobre el estuario del Támesis, agravado por la falta de conocimiento técnico del Spitfire que volaba.
Maureen salió ilesa de la guerra, aunque en las lides de su trabajo cotidiano le ocurrieron un sinfín de contratiempos entre ellos, destacó los dos más peligros. En una ocasión explotó una cubierta de la cabina mal ajustada de un Supermarine Spitfire Mk III. En otra oportunidad, se le plantó el motor de un Fairchild Model 24 Argus, un avión de transporte ligero monoplano, que llevaba a reparación. Logró aterrizar en un sembradío. Como cuenta su hijo Eric Popp: "También volaban aviones rotos hasta los talleres y de una base a otra", dejando en claro el peligro y el especial reconocimiento y admiración que los británicos sentían por el valor de los pilotos del ATA.
Arriba la fama
Luego de un aterrizaje de rutina con un Fairey Barracuda -bombardero en picado y torpedero británico- saliendo de la cabina, se sacó el pelo de su cara al tiempo que un fotógrafo de una revista, le tomaba varias instantáneas. El 16 de septiembre de 1944 la revista Picture Post, publicó esta fotografía en tapa, demostrando que las mujeres podían ser glamorosas y participar de la guerra. Maureen Dunlop cobró fama de la noche a la mañana.
Aquella fotografía pretendía levantar la moral y demostrar que las mujeres podían conservar su femineidad y participar de la guerra, que podían ser valientes y glamorosas a la vez, derribando estereotipos. Su imagen se convirtió en el arquetipo de las mujeres integradas al esfuerzo de guerra, provocando suspiros masculinos y empatía en las mujeres. Fue publicada porque era su belleza el atributo que permitía poner el énfasis en lo que hacía, en lugar de ser al revés. Sin embargo ello sirvió para hacer visible una situación: que sin el aporte femenino no hubiera podido ser posible para los aliados ganar la guerra y que aquello que se requiere para actuar en semejante escenario es algo en lo que el género no tiene nada que ver. Su fotografía dio la vuelta al mundo y se volvió histórica.
Sheila Lanktree, una rosarina - irlandesa que la conoció cuando ingresaron como voluntarias expresaba: "Sorprendía a todos cuando llegaba porque nadie se esperaba que fuera una mujer, pero ella se sacaba la gorra y le caía la melena por debajo de los hombros".
Luego de la guerra fue certificada como instructora de vuelo en la base aérea Luton. De regreso en nuestro país, instruyó a pilotos de Aerolíneas Argentinas, la Fuerza Aérea Argentina y trabajó como piloto comercial fundando una empresa de taxi aéreo que voló activamente, hasta 1970.
En 1955 se casó con un diplomático rumano retirado, Serban Popp, se dedicó además, a la cría de caballos árabes en una cabaña de su propiedad: "La Milla Lauquen Stud", tuvo tres hijos.
Retornó junto a su familia a Inglaterra en 1973. Compraron una granja en Norwich, donde continuó con su pasión de la cría de caballos árabes. También fue una gran difusora del caballo criollo argentino en las Islas Británicas y murió en Norkfold, Inglaterra el 29 de mayo de 2012.
Maureen Dunlop fue una de las tres mujeres pilotos de la ATA distinguidas en el año 2003, con la medalla "Airbender Pilot" (Piloto Maestro de Aire) del gremio de pilotos y navegadores del aire. "Tuve mucha suerte, fue bueno poder ayudar a los ingleses en la guerra", expresaba.
Maureen Dunlop en sus últimos años de vida |
Jamás renunció a la ciudadanía argentina, ni siquiera durante la Guerra de Malvinas. Una pequeña ironía: ya grande, pudo renovar su brevet de piloto y seguir volando, pero tuvo problemas para renovar el carnet de conducir automóviles.