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La importancia de la nutrición e hidratación en adultos mayores


Una actividad física acompañada de una buena nutrición, y la visita al médico una o dos veces al año, ayudan a mejorar la calidad de vida de los adultos mayores.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el mantenimiento de hábitos saludables a lo largo de la vida, en particular llevar una dieta equilibrada, realizar una actividad física periódica y abstenerse de fumar, contribuye a reducir el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles y a mejorar las facultades físicas y mentales. En la vejez mantener esos hábitos es también importante. El mantenimiento de la masa muscular mediante entrenamiento y una buena nutrición pueden ayudar a preservar la función cognitiva, retrasar la dependencia y revertir la fragilidad.

Con la edad, el cuerpo pierde la capacidad de detectar la sed y, por lo tanto, de mantener una adecuada hidratación. Al llegar a la edad de 60 años, el problema empeora a medida que se envejece, es por ello que este sector es especialmente vulnerable y debe anticiparse a las necesidades de su cuerpo y no siempre esperar a tener sed para beber algo.

Las necesidades de hidratación de las personas mayores son similares que las del resto de adultos mayores de 19 años: la ingesta adecuada está entre los 2.5 litros en hombres y 2 litros en mujeres, pero los cambios propios de la edad, y determinadas medicaciones pueden conllevar a que se aumente el riesgo y disminuya el balance hídrico saludable pudiendo tener serias consecuencias en la salud.

Sin importar la edad siempre se debe tener buenos hábitos alimenticios y mucho más cuando se llega a la tercera edad. A los pacientes se los estimula a dejar a un lado las grasas, la azúcar y la harina y comer más frutas y verduras".

¿Es consciente del aumento del riesgo de deshidratación?

Las recomendaciones de la EFSA para adultos en cuanto a la ingesta diaria de agua de todas las fuentes* (agua, bebidas y alimentos) son aplicables independientemente de la edad en condiciones de temperatura ambiental y niveles de actividad física moderados. Sin embargo, los cambios provocados por la edad pueden aumentar el riesgo de deshidratación, con los consiguientes efectos sobre la salud y el bienestar.

¿Cuánta agua han de beber nuestros mayores? Existe la falsa creencia que, al envejecer y ralentizarse nuestro ritmo de vida, la cantidad de líquido que necesita el cuerpo disminuye. Esto no es así. El cuerpo sigue necesitando cantidades similares de líquido para mantener una hidratación adecuada. Los estudios indican que, en condiciones y nivel de actividad normales, los varones deben consumir 2,5 litros de agua al día y las mujeres 2,0 litros.

Síntomas de deshidratación en adultos mayores
  • Dolores de cabeza y migrañas.
  • Infección del tracto urinario.
  • Presión arterial baja.
  • Confusión similar a la Demencia.
  • Convulsiones.
  • Aumento de la frecuencia cardíaca.

Hay varias razones por las que una persona de tercera edad puede ser más sensible a la deshidratación. De manera general un adulto mayor entre 60 a 80 años tiene un 10% menos de agua sobre el total del peso corporal en comparación con una persona de 30 años, este motivo es suficiente para estar muy atento a una hidratación correcta.

Narcisa Zambrano, médico y nutrióloga, expresa que a esa edad básicamente se debe evitar consumir embutidos, disminuir el consumo de carnes rojas y aumentar más bien la ingesta de pescados y mariscos. "Contrariamente a lo que piensan las personas que los mariscos son dañinos para el colesterol (cocinarlos) como estofados, al vapor o hervidos van a aumentar el colesterol bueno".

Recomienda el consumo del atún que contiene omega 3, además de frutas, vegetales y productos integrales. No consumir azúcares refinados y evitar en las noches comer granos para no llenarse de gases.

Un artículo publicado en el sitio web del Hogar del Corazón de Jesús de la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG) señala que para mantener un organismo sano a esa edad el consumo de agua y la ingesta de alimentos ricos en proteínas, calcio, fibra, vitaminas, minerales, antioxidantes, carbohidratos, potasio y aceites de canola, oliva y de origen vegetal se vuelve más importante.

Menciona que las comidas de los adultos mayores deben ser higiénicas, apetecibles, fáciles de preparar, masticar y digerir. Y aunque cada adulto mayor es diferente y debe ser el médico de cabecera que lo oriente cuál es la comida más adecuada se detallan ocho tipos de alimentos que no deben faltar en la dieta de un adulto mayor como:

  • Lácteos (leche, yogur o queso fresco semidescremado o descremado, 3 veces al día)
  • Verduras y frutas de distintos colores, especialmente las verdes (2 platos diarios)
  • Frutos secos (nueces, avellanas y almendras)
  • Proteínas (carne, pollo o pescado)
  • Carbohidratos (arroz y el pan integral)
  • Aceite de canola y oliva
  • Potasio (guineo o tomate)
  • Grasas (con moderación)
  • Los riesgos de perder el olfato en la tercera edad

Beneficios de la hidratación


Es importante que los adultos mayores se hidraten por eso es necesario el consumo de 6 a 8 vasos de agua al día, además de la disminución del azúcar y la sal en las comidas para reducir el riesgo de hipertensión.

Según una guía de buena práctica clínica en geriatría, de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología Nutrición en el anciano, las personas mayores presentan una alteración en los mecanismos reguladores de la sed, teniendo una percepción o sensación de sed mucho más tardía y además presentan una saciedad prematura una vez que perciben la sed.

Esto, agrega, hace que sean especialmente susceptibles a la deshidratación, debiendo anticiparse y forzar la ingesta líquida, aun no teniendo ganas. Muchas personas mayores disminuyen la ingesta de líquidos de forma voluntaria por el miedo a la incontinencia nocturna y que el uso de diuréticos y laxantes favorecen la pérdida de líquidos con el riesgo de deshidratación.

El agua debe tomarse a lo largo del día, sobre todo por la mañana y por la tarde, para evitar los inconvenientes de la incontinencia nocturna si existiera.

Un artículo publicado en la página web del Hogar del Corazón de Jesús de la JBG dice que cuando se es pequeño el organismo está compuesto de un 85% de agua, pero cuando se llega a ser adulto mayor esta cantidad disminuye a un 60%.

Entre los beneficios de tomar agua en los adultos mayores se mencionan:

  • Lubrica las articulaciones
  • Previene calambres
  • Disminuye las infecciones virales como la gripe o la influenza
  • Disminuye la producción de cálculos o piedras en el riñón
  • Disminuye las infecciones urinarias
  • Disminuye la inflamación de las encías, caries y otras enfermedades de la boca
  • Reduce el riesgo de ataque al corazón
  • Mejora la digestión y previene el estreñimiento
  • Disminuye el riesgo de depresión
  • Disminuye la mortalidad
Consideraciones especiales
  • Solemos beber en repuesta a la sed, pero al llegar a los 60 años de edad, si solo se bebe cuando se tiene sed, es posible que no se obtenga la cantidad de agua necesaria.
  • En general la capacidad de concentración renal se reduce con la edad, lo que provoca una mayor pérdida de agua a través de la orina.
  • La disminución del apetito y la mala selección de los alimentos pueden causar una reducción de la ingesta de líquidos procedentes de los alimentos.
  • Algunos adultos ancianos pueden sufrir de mala memoria, inmovilidad, o enfermedades que pueden afectar a la ingesta de líquidos. Además, ciertos medicamentos también pueden bloquear el mecanismo de la sed.
  • La deshidratación puede causar problemas graves en ancianos. Los ancianos corren un mayor riesgo de sufrir deshidratación y sus consecuencias potencialmente mortales: Las personas de entre 85 y 99 años de edad tienen una probabilidad seis veces mayor de ser hospitalizadas por deshidratación que las personas de entre 65 y 69 años.
  • La deshidratación crónica constituye un problema grave y se asocia a un mayor riesgo de caídas, infecciones del tracto urinario, enfermedades dentales, trastornos broncopulmonares, cálculos renales, estreñimiento y deterioro de la función cognitiva.